¡Alguien debería decidirse a reeditar las
antologías de relatos de Robert Sheckley!
Desde que un veterano aficionado me
descubriese a Sheckley, ya hace años, he leído y releído sus cuentos una y otra
vez, maravillado por su energía, su frescura, su originalidad y valentía
narrativa (en muchas ocasiones disfrazada de frivolidad), su ironía y su
incomparable ingenio.
Leyendo y releyendo su obra he podido
detectar las influencias y ecos que sus cuentos recibieron de otros maestros, y
como él mismo influyó en futuros escritores de ciencia ficción.
A Sheckley no le interesaba la ciencia
ficción “dura”. No le robaba el sueño la justificación científica de los
argumentos, sino la especulación y la anticipación, usando la ficción como arma para estudiar la naturaleza del hombre y
de las sociedades en que vive. En ese sentido estaba más cerca de autores más
“sociales” como Bradbury que de maestros como Asimov.
Sin embargo Sheckley practicaba también lo
que él mismo llamaba “escapismo”. Es decir, que usaba la ficción como forma de
evasión, esperando proporcionar ese placer sencillo y honesto a sus lectores.
Precisamente esa forma de trabajar sus cuentos, imaginativa y aparentemente
despreocupada en sus temas, acabó dotando a sus relatos de una trascendencia lúcida
y llena de ironía. En eso, por seguir con las comparaciones, se parecía mucho a
Fredric Brown (otro de mis favoritos), autor contemporáneo suyo, con el que
compartía el uso del humor como elemento intrínseco al arte de la narrativa.
Escapismo y humor. Sheckley narra con esa desvergüenza
que tienen los grandes contadores de historias. No importa dónde consigue su
protagonista una máquina que materializa cualquier objeto imaginado, ni tampoco
importa cómo funciona esa máquina. Lo que le interesa a Sheckley, y por
extensión acaba interesando al lector, es cómo afecta al personaje, en qué
conflicto se ve envuelto a causa de ello, y cómo sale del entuerto a base de
ingenio y fuerza de voluntad. ¿Me seguís?
Siguiendo esta línea de razonamiento, si
leéis a Sheckley puede suceder cualquier cosa imaginable. Y no me refiero a lo
típico que se dice de los buenos autores de ciencia ficción. Con Sheckley
“cualquier cosa imaginable” quiere decir CUALQUIER COSA IMAGINABLE. Si no hay
necesidad de justificar, tampoco hay límites autoimpuestos. Sólo la imaginación
y el talento de un gran narrador que es capaz de llevarte a dónde sea, de
cogerte de la mano y lanzarte a los abismos sin que tú preguntes ni rechistes.
Y de hacerte reír mientras caes.
Podréis elegir entre viajar en el espacio con
el pensamiento, o de forma más tradicional; con una nave estelar. Viajaréis en
el tiempo. Traspasaréis el fino velo que separa los infinitos mundos posibles
gracias a los efectos de una droga sintética.
Lucharéis por vuestra vida en televisión.
Buscaréis la verdad sobre la vida y el amor y, tristes de vosotros, la
encontraréis. Huiréis del ser humano, tropezaréis con la utopía social y
desesperaréis con sus disparates. Negociaréis con los recursos naturales de un
planeta entero.
Conoceréis a Dios (a varios dioses, de hecho)
y comprenderéis porqué el mundo está loco, loco, loco. Aunque con Sheckley no
se trata sólo del mundo, sino de “los mundos”.
Os pondréis en la piel del alienígena
invasor, y también en la de la raza que recibe con los brazos abiertos a los
visitantes de las estrellas. El ser humano se convertirá en el extraterrestre
que llega, y nuestra cultura y costumbres resultarán aberrantes e incluso
criminales para aquellos que ya vivían allí.
Sheckley explora el malentendido entre
culturas a menudo. También el colonialismo, la lucha por la supervivencia
universal. Siempre a través de la ironía, con un finísimo humor que nos hace
reflexionar.
Y sin descuidar el propósito primero y último
de todo relato (y esto no me canso de repetirlo): el entretenimiento.
Su estilo franco y directo, paradójicamente,
es rico en sutilezas. Esto hace que su obra siga muy viva en pleno siglo XXI.
Hablando de cómo ha influido en autores
posteriores, me limitaré a poner un par de ejemplos, que desde mi punto de
vista, son definitorios.
1. En relatos como “El precio del
peligro” o “La séptima víctima”, Sheckley describe un futuro donde se
retransmite televisivamente un concurso violento que consiste en cazar o ser
cazado. Matar o morir. En “la décima víctima”, desarrolla la idea convirtiendo
el tema en una novela corta divertidísima, donde el disparate y la mirada del
bufón denuncian y advierten.
Bueno, además de lo obvio que es
que anticipara ya en los años 50, los reality shows y la mediocridad moral de
una sociedad primermundista cada vez más frívola, el argumento os sonará
bastante.
En “The running man”, un joven
Richard Backman (alias Stephen King) retoma la idea convirtiéndola en un thriller futurista
terrorífico, que después se llevaría al cine dando lugar a una película
bastante mediocre (aunque divertida), protagonizada por Arnold Swarzenegger:
“Perseguido”.
2. En el relato “El Contestador”,
un ordenador intergaláctico está programado para responder a todas las
preguntas sobre la vida, el universo y todo lo demás (sí, ya podéis ver por
dónde van los tiros), y espera la visita de aquellos que harán las preguntas
correctas. Sólo que las formas de vidas que lo visitan (entre ellas los
humanos), están tan limitadas por el tiempo y el espacio, que no son capaces de
plantear las preguntas correctamente, para frustración del gran ordenador.
En la novela breve “Dimensión de
milagros”, un hombre corriente y moliente gana la lotería galáctica y es teletransportado
al centro del Universo para cobrar el premio. El problema es que, como el
universo está en constante movimiento, resulta imposible devolverlo a su tiempo
y lugar de procedencia. Así, el protagonista se ve obligado a viajar por el
Contínuo, incapaz de volver a su casa y a su vida aburrida y acogedora,
llegando a conocer las diferentes facetas de Dios y de la creación del
Universo.
Creo que tanto el relato como la
delirante novela, tendrían una importante y clara influencia sobre Douglas
Adams, que seducido por la visión de Sheckley, escribiría la divertidísima, inefable
e imprescindible “Guía del autoestopista galáctico”
Por acabar con los ejemplos e influencias, y
sin ánimo de compararme ni de lejos a los maestros, yo mismo me declaro muy
influido por el estilo y los puntos de vista de Sheckley, aunque habitualmente
no escribo ciencia ficción.
Y volviendo al tema de la vindicación del
autor.
En nuestro país nunca ha sido demasiado
conocido, salvo por los fanáticos de la Sci-fi más veteranos. Y aunque hace
décadas se publicaron antologías de sus relatos, ahora se encuentran todas
descatalogadas y son difíciles de encontrar. Sé que no hace mucho, RBA publicó “Trueque
mental” en su línea de ciencia ficción. Lamentablemente esa línea cerró y nos
quedamos con las ganas de más. Así que ahora mismo podéis encontrar fácilmente el
mencionado “Trueque mental”, mientras que para el resto de la obra de Sheckley,
que no es poca, tenéis que recurrir a la segunda mano de Edhasa, Caralt, Noguer
o Martínez Roca. Ediciones no faltas de encanto, pero viejísimas y fáciles de
deshojar. Yo he conseguido gran parte rebuscando en mercadillos, librerías de
segunda mano o librerías especializadas. Podéis encontrarlos a precios varios;
yo he pagado por alguno un euro, mientras que por otros he llegado a los nueve
(estoy más o menos satisfecho porque, de media, no me habré gastado más de
cinco euros por libro). Mi consejo es que, si los veis, id a por ellos pero no
paguéis más de cuatro o cinco pavos (a menos que estéis especialmente
interesados, claro) por muy nuevos que parezcan: por dentro el papel está viejo
y la cola del lomo se despega igual. Si tienen arruga y están baratos no lo dudéis,
lo que cuenta es la lectura.
En fín, todo esto supone que las nuevas
generaciones de lectores se pierdan la obra de Sheckley o, simplemente, no lo
conozcan más que como referencia, cuando, a mi modo de ver, está a la altura de
otros grandes maestros del género como los ya mencionados Bradbury, Asimov, o
Brown, que sí tienen antologías circulando en la actualidad.
Ya sé que el mundillo editorial está jodido,
amigo. Pero si lees esto y eres editor, si por casualidad tienes los derechos,
o si éstos están libres y tienes capital, si además la dirección editorial te
permite usar ese capital… Si todos esos factores se alinean con las estrellas
bajo el signo de acuario, y además te parece bien:
¡Por favor, edita una antología de cuentos de
Robert Sheckley para que podamos volver a leerlo en papel sin que las páginas
se nos hagan pedazos en las manos! ¡Haz que los nuevos aficionados lo conozcan!
Pero si esto no sucede, si tú, lector, te
haces eco de mis palabras y te pica la curiosidad, si quieres degustar una
lectura gourmet y no encuentras los libros de Sheckley en los mercadillos de
segunda mano, entonces… Entonces te animo a que los busques por internet, los
descargues y los disfrutes. Para los descatalogados creo que es una opción
perfectamente válida y moralmente lícita, así que no te sientas culpable.
Y es que hay obras que no deberían caer en el
olvido.
Esperando completar mis estanterías, os dejo
ya.
Que tengáis felices lecturas.